Las Increíbles Aventuras de Tony Stark (o Iron Man 3)

Hoy he hecho mi primera maratón. No ha sido en la carretera, sino en una sala de cine. Desde la una de la tarde hasta las once y cuarenta de la noche, diez horas y media en las que hemos repasado las dos primeras Iron Man, hemos revisitado Los Vengadores y hemos descubierto Iron Man 3 en preestreno. 

Del ambiente, muy geek, me han sorprendido dos cosas: la cantidad de mujeres que había (no todas gordas y feas) y la moda del cosplay, el disfrazarse para ir a eventos. El premio se lo hemos dado a una moza que iba con top y minifalda con motivos ironmanianos. Iron Slut, la hemos bautizado merecidamente.

Mi primera conclusión: el primer Iron Man es una gran película de superhéroes, probablemente mi favorita de Marvel con X-Men 2 y X-Men Orígenes. A pesar de tener cinco años los efectos son impresionantes, y el resto, del guión a la música (importante detalle) está muy bien cuidado. 

Iron Man 2 sufrió el síndrome del taquillazo: antes el (inesperado) éxito de la primera, Marvel buscó sacar una secuela mientras el Hombre de Hierro todavía estaba candente, y lo hizo pese a un guión que se sostiene con pinzas. 

Los Vengadores es un guilty pleasure: cuando la vi por primera vez no me encantó, pero a base de insistir mi amigo Cyril, al final la he cogido cariño, y la BSO me parece de lo mejorcito que ha hecho Alan Silvestri desde Forrest Gump.

Todo eso para decir que esperaba bastante de Iron Man 3. Hacer una película peor que la 2 con Robert Downey Jr. era complicado. La presión era para Shane Black, guionista de las Arma Letal en los 80 y con poca experiencia detrás de la cámara. Pero hey, Jon Favreau venía de haber sido novio de Mónica en Friends. 

El problema de las terceras partes es que nadie -ahí el mérito de Chris Nolan- piensa en ellas cuando escriben un arco argumental. Así uno se encuentra con la ridiculez que fue Superman III después de dos grandes películas, el delirio de Batman Forever o el Peter Parker cantarín de Spider-Man 3. 

Iron Man 3 sufre el mismo problema, con el añadido de que llega un director nuevo con un ego tan grande que no cabe en una armadura, y se fija como objetivo hacer una película de superhéroes a la vez inteligente y espectacular. Y Shane Black fracasa estrepitosamente en ambos puntos. Porque los efectos han progresado cero desde 2008. Porque la historia es tonta -a pesar del potencial que tenía la premisa de una armadura integrada en el cuerpo de Tony Stark-, incluida un final que parece una venganza contra Richard Donner y su final en Arma Letal 2. Y sobre todo y principalmente porque Iron Man 3 se podía haber llamado "Las Increíbles Aventuras de Tony Stark" y habría sido menos mentiroso. 

Searching for Sugar Man / Finding a fine movie

¿Y si Elvis Presley hubiera estado vivo todos estos años y nos enterásemos hoy? Eso es lo que cuenta Searching for Sugar Man: la historia de cómo Sixto Rodríguez, desconocido cantante norteamericano de los 70, se convirtió en una leyenda anti-apartheid en Sudáfrica... sin saberlo.
Mientras se corría el rumor de que se había suicidado en escena, Rodríguez dejó su carrera de músico fracasado para trabajar durante veinte años como obrero en Detroit.

A diferencia de NO, a la que merecidamente robó el Oscar a mejor documental, Searching for Sugar Man no sólo es una gran historia, sino que la película está construida al servicio de la narrativa. Mitad película de detectives, mitad musical, Searching for Sugar Man es una de las historias más emocionantes que he visto en los últimos años.

Lo explica un periodista en el documental: si te cuentan la historia tal cual, no se lo cree nadie. Y, sin embargo, sucedió. Otra prueba más de que la ficción, cuando se sabe buscar, supera a la realidad.

Así No.

No es una película mediocre de una historia cojonuda. La historia de cómo una agencia de publicidad consiguió movilizar a todo un pueblo contra un dictador. La historia de cómo la creatividad animó a votar NO y derribó a Pinochet. 
Sin embargo, la película está rodada en formato 4:3 y con textura de vídeo casero de los 80. Probablemente lo justifiquen en el raccord con los planos de la época. Pero aún así me parece que distrae la atención de la historia y, sobre todo, me parece muy pretencioso.
NO. Así, no.

Die Hard 5: un buen día para matar una saga

El título es fácil pero creo que resume el propósito: la quinta película de Die Hard / La Jungla de Cristal, es tan innecesaria y prescindible como la anterior, y me hace temer que, sí amigos, es el momento en el que Bruce Willis debe dejar a John McClane -su personaje fetiche- de lado y disfrutar de un final de carrera lo más digno posible. 

El problema de esta saga es que alguien en la Fox no ha entendido la ecuación de Die Hard: Bruce Willis, una unidad de espacio (un edificio, un aeropuerto, una ciudad), un malo que mole y un giro argumental que te deja patedefuá. Ah, y un yippee-ka-yay motherfucker al final.

Esta quinta parte arrastra un guión absurdo en Rusia en el que Bruce Willis apenas tiene tiempo de encajar un par de chistes, de los cuales uno sobre la guerra fría. Jai Courtney, que me encantó en Jack Reacher, aquí pasa sin pena ni gloria. Y para colmo el malo no es ni amenazador ni especialmente brillante. Eso sí, la peli tiene una persecución en coche por el centro de Moscú nada inteligentemente rodada pero sobrecogedora en medios (por una vez no son Ford Escorts los destrozados, sino hasta un Porsche Boxter) y un par de planos de acción al final de la peli bastante logrados. 

A pesar de las dos últimas, yo creo que se podrían seguir haciendo películas de la John McClane con dos condiciones: un buen guión menos megalomaniaco y un director que sepa mover la cámara se ocupe del tema. Ninguno de estos requisitos se cumplieron en las dos últimas entregas de la saga.

Bruce Willis ha anunciado que habrá sexta parte. Sea lo que sea, para mí, la Jungla de Cristal sigue siendo, un pelo por encima de Indiana Jones y ahí ahí con el Batman de Nolan, la mejor trilogía (mejor = mayor calidad media de las tres primeras películas) que hay ahí fuera. Yippee-ki-yay, John McClane.

La realidad siempre supera a la ficción: Zero Dark Thirty

Como lo oyen. Zero Dark Thirty es la historia de la mayor caza al hombre de la historia de la humanidad, la que lideró Estados Unidos contra Bin Laden después del 11-S. Y Zero Dark Thirty es una gran película porque en casi ningún momento -los actores conocidos la delatan- se da uno cuenta de que está viendo una película, y no un documental. 

A eso contribuyen dos cosas: la dirección de Kathryn Bigelow y Jessica Chastain. La primera, como demostró en su Hurt Locker, sabe exprimir la tensión de escenas de transición como una hamburguesa a mediodía en la cantina del trabajo. La segunda, una total desconocida para mí, compone un personaje central increíblemente creíble. Uno acaba convencido de que sí, que es una mujer cuya única obsesión, el hombre de su vida, es el terrorista más buscado del mundo. 

Lo único que le achaco es que, como casi todos los documentales, se hace demasiado denso (¿demasiado real?) en ocasiones. Pero por lo demás Zero Dark Thirty, la historia de la caza de Osama Bin Laden es una muestra más de que, casi siempre, la realidad supera la ficción.

Django, chained

Hay pocos directores que generen tanto amor y odio como Quentin Tarantino. Sus interminables diálogos, su violencia brutal, sus actores insólitos, sus bandas sonoras inconexas, forman un universo único, personal. Django Unchained forma parte de la mitología tarantiniana al ir poniendo una equis en todas y cada una de las casillas mencionadas. 

Desde mi punto de vista la filmografía de Tarantino es consistente en estilo, pero no en calidad. Para mí tiene una película por encima del resto -Pulp Fiction-, un par de ellas que cualquier director habría considerado su obra maestra -Kill Bill y quizá Reservoir Dogs-, un puñado de películas con momentos brillantes -Jackie Brown, Inglorious Basterds- y un par de mierdas -El bulevar de la muerte, Four rooms-. Pues bien, además de los ya mencionados, para mí todas esas películas tienen un punto en común: nunca me aburrí viéndolas. Con Django Unchained me he aburrido. Me he aburrido un huevo.

Y es que dos horas y tres cuartos de película, en la era de YouTube, hay que saberlos llevar. Y Tarantino, en este caso, no sabe. Por hacer una analogía baloncescística, el segundo y el cuarto cuarto se hacen largos. Es especialmente llamativo que la última media hora se haga tan cuesta arriba. Sí, acaba con un BANG como todos los Tarantinos, pero cuando llega el momento de la explosión uno lleva un rato deseando que se acabe. 

No es el principal problema de la película, pero los actores están regular en su gran mayoría. Jamie Foxx no es carismático en ningún momento y no da esa sensación de estar desatado que, según el título de la película, debería dar. Christoph Waltz tiene un personaje de brillante diálogo pero interés limitado, y Leonardo Di Caprio mola pero le cortan el rollo demasiado pronto para mi gusto. Ah, y alguien tendrá que explicarnos por qué el padre de Dexter está en todas partes. 

Ojalá QT hubiese tenido la misma facilidad que tiene para sacar el revólver a la hora de sacar la tijera. En su estado actual, Django está encadenado. Encadenado a interminables bobinas de metraje.


PS tras acabar esta crítica leo que es el primer Tarantino no editado por Sally Menke, su montadora habitual, que murió en 2010. Tout s'explique.


Get Jack Reacher

El otro día mientras escribía sobre Batman para JotDown lo pensaba: desde que tenemos internet nos pasamos meses esperando películas, viendo fotos, clips, making ofs y cosas así. Y perdemos el efecto sorpresa de meterse en una sala de cine a ciegas, sin saber qué va a pasar. 

A mí hacía mucho tiempo que esto no me sucedía. Y me ha pasado con Jack Reacher, la última película de Tom Cruise. Ni leí el artículo en Empire. Ni siquiera había visto el tráiler. Nada. Mi única referencia era el prejuicio de un actor que me conozco de memoria. Y al pensar en Tom Cruise + película de acción, la ecuación dice que el resultado es un familiar de Mission Impossible. 

Jack Reacher parece una película de los setenta, aquella época de acción con cámara fija y efectos hechos a mano. Aquella época en la que los malos tenían un plan simple y los buenos eran personajes a contrapelo. Jack Reacher podía haber sido protagonizada por Clint Eastwood en 1977 y habría sido la misma película.

Podría darle todo el mérito a Christopher McQuarrie, guionista de Sospechosos Habituales y responsable de guión y dirección en Jack Reacher. Sin embargo, le voy a dar su parte a Tom Cruise: hace años que no me aburro con una película protagonizada por nuestro cienciólogo favorito. A ver con cuántos actores pasa lo mismo.